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La sensación del momento

Tras la extinción del PSI/Finame y las crecientes restricciones bancarias impostas al mercado, modalidad de consorcio gana fuerza como forma de estímulo a la renovación planificada de flotas

En el actual escenario económico, la extinción del PSI (Programa de Sustentación de la Inversión) – la más diseminada modalidad de crédito Finame/BNDES para financiación de camiones, máquinas y equipos – tiene agitado el mercado de Brasil de bienes de capital. Uno de los efectos fue que el consorcio, modalidad más utilizada en la década de 80, volvió con todo y se cambió en una “as en la manga” para el que vende y compra eses productos.

Según uno de los más recientes boletines de la Asociación Brasileña de Administradoras de Consorcios (ABAC), la venta de nuevas cotas de adhesión a consorcios de vehículos pesados creció un 34,6%, saltando de 2,6 mil (en enero) para 3,5 mil (en abril), solo en el 1º cuadrimestre de 2016. Por los cálculos de la entidad, la actividad del agro negocio – uno de los segmentos que más demandan equipos – registraba 69,5 mil consorciados hace un ano. Ahora, son 81 mil. “Además de los tractores, los contemplados adquirieron vehículos e implementos agrícolas y de carretera (39,9%), así como retroexcavadoras (26,8%), cosechadoras (22%) y cultivadores motorizados (11,3%)”, detalla Paulo Rossi, presidente de la entidad.

En la evaluación del dirigente, los indicadores revelan el cambio gradual y consolidado del comportamiento de consumidores interesados en la adquisición de eses bienes utilizados en esa modalidad. “Como forma planificada y económica, el mecanismo favorece la adquisición de equipos con más tecnología embarcada y que proporcionan los mejores resultados”, frisa Rossi, al afirmar que todos miran en la retomada de los negocios.

Otra entidad que refuerza la percepción de ese movimiento en el mercado es la ANEF, asociación que representa las empresas financieras de las montadoras. Un levantamiento reciente de la entidad apunta que, entre enero y mayo, un 64% de las operaciones para comercializar vehículos pesados fueron realizadas en la modalidad Finame, otras 17% por medio del CDC, 2% vía consorcio y 1% de leasing. “Nuestra lectura es que el consorcio fue utilizado muchas veces por quien no tuvo acceso al PSI”, evalúa Gilson Carvalho, presidente de ANEF, al recordar que el Finame ya representó más de un 70% de las operaciones en el mercado. “Las opciones de financiación y las operaciones de CDC, Capital de Giro y otros tipos para comprar equipos aumentaron a la razón de la cota.”

EXAGERACIÓN

Para muchos, la política de financiación de BNDES fue una dosis exagerada, que ayudó a inflar los números del mercado. No obstante, para entender mejor al contexto, es preciso regresar al tiempo. El Programa de Sostenimiento de la Inversión (PSI) fue creado en 2009 como una oferta más barata que el Finame en la financiación de bienes de capital, incluyendo camiones y equipos pesados. Creada para desbloquear el crédito tras la crisis financiera en 2008, la medida permitía financiar máquinas, equipos, camiones, ómnibus y máquinas agrícolas. El comprador tenía hasta ocho años para pagar los vehículos, con tasas de intereses que variaban entre un 10% e increíbles 2,5% al año. En muchas ocasiones, permitió la financiación de hasta el 100% del valor del bien.

Es obvio que todo eso fue posible a costo del Tesoro Nacional, que contribuyó con parte de los R$ 455 billones inyectados en el BNDES para cubrir la enorme diferencia entre el PSI y las tasas reales de captación de recursos, al lado de la “irresponsabilidad” de quien no se preocupó con el futuro de la industria y ayudó a provocar el “rombo fiscal”, que además prácticamente colocó un fin al gobierno de Dilma Rousseff.

Las consecuencias de esa oferta de crédito barato llevaron a la industria de camiones y ómnibus, por ejemplo, a llegar próximo de 180 mil unidades, con nuevas marcas a invadir Brasil para pegar parte de ese bolo. De volta a la realidad “nuda y cruda”, este ano el mercado no debe ultrapasar 66 mil unidades vendidas.

Entre otros efectos, tal combinación deletérea elevó el incumplimiento en los bancos, el nivel de endeudamiento de los empresarios y, de quiebra, llenó a los patios de vehículos y equipos pesados sin actividad. Peor: como consecuencia de la desastrosa composición, la industria no para de demitir, la ociosidad queda entre un 60% y un 70% en las líneas de montaje y la falta de recursos por parte del gobierno forzó la extinción del programa. “Las renovaciones anuales del PSI/Finame sirvieron de estímulo para nuevas adquisiciones y renovaciones de flota, principalmente por parte de grandes y medias empresas que tenían ‘poder’ y cartas de créditos pre-aprobadas”, recuerda Orlando Merluzzi, presidente de MA8 Consulting, que actúa hace 30 anos en el sector automotor. “Muchos empresarios también compraron sin precisar, pues aprovecharon tasas de intereses del PSI de 2,5% a 7%.”