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El futuro del asfalto

Para atender a los preceptos de la construcción sustentable, nuevas tendencias globales en la producción de mezcla asfáltica buscan reducir el consumo energético y las emisiones de contaminantes

Con una malla de 1,7 millón de kilómetros, la infraestructura brasileña es marcada por un flagrante déficit de estradas y carreteras asfaltadas, que – según averiguación del Sistema Nacional de Tráfico en Carretera (SNV) – alcanza exorbitantes 80% del total. Más que eso, en un pequeño índice del 12,1% de vías efectivamente pavimentadas (lo restante aún es planificado) la propia calidad del asfalto aplicado deja mucho que desear, tanto en términos técnicos como ambientales.

De hecho, por la óptica tecnológica, la industria de la pavimentación brasileña se mantiene desfasada con relación a los principales países del mundo, como destacan varios especialistas del sector. “En procesos, por ejemplo, la transmisión de calor es ineficiente y por más increíble que parezca aún se hace ignición por antorcha”, provoca Gilvan Medeiros, CEO de Ammann Latin America, subsidiaria del grupo suizo que es referencia global en el asunto.

En ese sentido, el diagnóstico es lacónico. Una vez que sigue en la “edad de piedra”, la malla vial brasileña sigue caracterizada por una vida útil reducida y con patologías e irregularidades en los pavimentos, incurriendo en perjuicios que abalan la competitividad del país. Según Medeiros, la forma de superar tal situación es una sola: inversión en alta tecnología. “El dueño de la verdad es el usuario, pues es él quien paga la cuenta y perpetua la situación”, afirma el ejecutivo, enfatizando que el predominio de un “pensamiento de corto plazo” y “opción por el más barato” impiden un avance más significativo del segmento no país.

EVOLUCIÓN

Para estimarlo, basta mirar hacia la experiencia internacional. En naciones como Italia, Suiza y Australia, la unión de esfuerzos de autoridades, constructoras y fabricantes de equipamientos resultó en la superación de problemas estructurales que afectaban hasta mismo el PIB nacional de esos países. Sin embargo, el cambio de paradigmas hacia a un sector más limpio, rentable y de calidad no fue así tan fácil de obtenerse, ni sucedió de hoy para mañana, que se quede bien claro.

En el país de Oceanía, por ejemplo, el proyecto empezó hace más de una década, con la constatación de un escenario de obsolescencia tecnológica, altas emisiones y baja productividad de los equipamientos. En 2011, después de largos debates, el propio gobierno – con el intermedio de Australian Asphalt Pavement Association (AAPA) – pasó a promover el reciclaje asfáltico, estimulando la adopción de tecnologías sustentables avanzadas por medio de resoluciones y eventos técnicos. “Este proceso llevó a la adopción de principios fundamentados en el desempeño y a la eliminación progresiva de procesos considerados inseguros o no sustentables”, explica Peter Maurer, gerente comercial global de usinas de asfalto de Ammann, localizado en la sede mundial del grupo en Langenthal, en Suiza. “Lo que sacamos de la calle, nosotros lo devolvemos. Así, el ‘asfalto verde’ se convirtió en preferencia en las licitaciones.”

En 2013, se instaló en Melbourne la 1ª planta HRT (High Recycling Technology) y, en el año pasado, el proceso de actualización finalmente se concluyó con la aplicación inaugural de la tecnología de reciclaje de baja temperatura. “El uso de plantas equipadas con herramientas de optimización posibilitó una reducción del 30% en el consumo energético, si comparado con el estándar actual de la industria”, dice el especialista.